los tiempos que corren

¿Hemos alcanzado el pináculo de evolución como civilización? ¿Hasta aquí llegamos?

Al menos en occidente, se respira cierto aire de decadencia cultural y de pérdida de valores, fenómeno que normalmente acompañó en su declive a las civilizaciones que nos precedieron. Esto, por cierto, no es para nada algo de lo cual extrañarse ya que en este mundo es como una constante que rige en todos los órdenes y establece que la entropia es el resultado inevitable de todo proceso. La impermanencia de las cosas de la que hablaba Gautama, el Buda, sin duda aplica también a las civilizaciones.

La sensación es de un generalizado desasosiego, producto de la subversión de los valores fundamentales que hacen posible una convivencia armónica y una paz duradera. Paradójicamente, también es el momento de una mayor libertad en la expresión de las ideas y aceptación de lo que es diferente, o al menos esto es así en la mayoría de países a este lado del mundo. A veces sucede que se trata de verdadera inclusión y otra tantas de una actitud hipócrita y populista asumida por los líderes políticos de turno.

Toda esta desesperanza con tintes de locura se ve claramente reflejada en el rumbo que ha tomado la ciencia ficción utópica hoy en día. El viaje del héroe se convierte en el del anti-heroe o villano. Por ahí vemos, por ejemplo, a un Batman que se parece más a un asesino serial, un enfermo psicótico lleno de odio y resentimiento, que a un héroe. A la hora de ajusticiar al villano no tiene ningún reparo en dejar el tendal de inocentes muertos por donde pasa. También vemos a un Superman que se vuelve el enemigo público número uno, etc.

Se trata de la deconstruccion del héroe mitológico y su lenta y progresiva conversión en todo lo contrario de lo que alguna vez significó. Se trata de la subversión de valores que está en el fondo de todo esto y es lo que en última instancia se intenta transmitir o inculcar en las mentes de las nuevas generaciones. Luego un estudiante sale a la calle con un arma para cargarse a sus iguales y nos horrorizamos y preguntamos extrañados: ¿por qué lo hizo?

El subconsciente no discierne en absoluto sobre lo que es «real» y lo que vemos proyectado sobre la pantalla comiendo palomitas. Y no hay nada más peligroso que esto. Todo un sistema de creencias se forja a partir de los valores que trasmiten estas historias de desamor, desconsuelo y que apuntan a destruir cualquier esperanza de salvación.

Tal vez parezca una visión demasiado pesimista o exagerada de la cosa, pero alcanza con ver el estado del mundo que el inconsciente colectivo proyecta ahí fuera para al menos preguntarse si no habrá algo de verdad en esto.

Pero hay otra manera, otra forma de ver el mundo y, por tanto, proyectar otros futuros posibles. Sabiendo que el propósito del mundo no es la paz ni la dicha, y nunca perdiendo de vista que está ahí justamente para convocar testigos en su contra, igualmente es posible transformar la pesadilla que es hoy ese mundo, en un sueño feliz, proyectando un futuro esperanzador y es justamente ahí donde la ciencia ficción utópica entra en escena y tiene un importante rol que cumplir.

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