portada Las Estrellas Mi Destino

alfred bester

Alfred Bester periodista y escritor de ciencia ficción, nacido en Nueva York (EE. UU.) el 18 de diciembre de 1913 y fallecido en Pensilvania en 1987. Aunque publicó su primer relato en 1939, su salto a la fama vino a comienzos de los cincuenta, después de una etapa en la que trabajó como escritor de guiones para radio y televisión. Sus relatos, y sobre todo su premio Hugo de 1953 (el primero que se otorgaba) por El hombre demolido le encumbraron a la fama. Fama que aumentó todavía más con su siguiente novela: Las estrellas, mi destino (también conocida como ¡Tigre, tigre!) considerada uno de los hitos de la ciencia ficción. Sin embargo, Bester, autor no muy prolífico, abandonó el campo para dedicarse a escribir artículos para la revista Holiday (de la que llegó a ser redactor jefe).

En el siglo XXV, cuando las técnicas de teleportación han cambiado de forma radical la sociedad de la Tierra, un hombre motivado por pasiones extremas emprende una carrera desesperada por cambiarse a sí mismo. Gully Foyle fue abandonado a su suerte y logró sobrevivir milagrosamente a una situación sin esperanzas; desde entonces ha venido acumulando riquezas y poder con un único objetivo: vengarse. ‘Las estrellas mi destino’ es uno de los eternos favoritos de la ciencia ficción, una novela de cabecera para cada generación de lectores que ha existido desde su publicación original en los años cincuenta. Un libro pirotécnico, intenso y rebosante de ideas al que se vuelve, una y otra vez, con placer renovado.

Resumen

El sabor a clásico de Las estrellas, mi destino nace de su planteamiento: la venganza se convierte en el motor de cambio para la personalidad del Hombre Medio que era Gulliver (Gully) Foyle, quien, tras ser dejado en el espacio por la nave Vorga T-1339, desamparado ante una suerte próxima a la muerte, sobrevive con la necesidad de hacer pagar su vileza a quienes lo abandonaron a tan mortal destino. Todas sus decisiones y acciones estarán orientadas a esta causa sin saber que, con los cambios ocurridos en su personalidad, será un hombre muy distinto y con una misión muy diferente el que finalmente emerja de todas las vicisitudes sufridas y atravesadas durante la novela.

Habitualmente comparada con El conde de Montecristo (1844-45) va, sin embargo, mucho más allá de la novela de Dumas. Pues, aunque sí es verdad que ambas poseen argumentos análogos y personajes principales de clara similitud, también es cierto que Bester crea toda la novela desde una perspectiva mucho más rica que la de su referente francés. Las aventuras dejan paso al retrato psicológico de un hombre que, a partir de una fortaleza adormecida, potencialmente capaz de superar situaciones prácticamente insuperables para ese «hombre medio» con el que emparenta por actitud vital, rompe su cascarón y se transforma en un hombre capaz casi de conseguir cualquier meta personal y colectiva que se proponga o tuviere a bien asumir.

El final de la novela, también analizado habitualmente por la crítica como sorpresivo o inesperado, fugaz o emocionante, no es si no –desde este punto de vista– el coherente resultado de un proceso de descubrimiento personal. Las estrellas, mi destino vuelve a distanciarse de la obra de Dumas al obviar la redención, la ruptura con el “ego” anterior y la creación de un “nuevo yo”, para adoptar aquí la forma de una evolución, de un autodesarrollo capaz de reorientar y trascender el “ego” originario hacia una meta vital clara, positiva y funcional respecto a una idea del ser y del estar en la sociedad —de la que el “ego” carecía y motivo por el que se sumía insistente e inadvertidamente en la apatía del «hombre medio»—.

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